
Un sacerdote lleva consigo el Santísimo Sacramento, escoltado por soldados a caballo, y tampoco falta una banda de música y un coro, además de cruces y banderas. El cortejo dura varias horas y se detiene en algunos lugares para rezar. A primera hora de la tarde, el grupo regresa solemnemente a la ciudad y la procesión finaliza con una bendición delante de la iglesia parroquial.
La historia de esta tradición se remonta al siglo XV pero entonces no era más que un paseo a caballo del sacerdote que llevaba consigo el Santísimo Sacramento, acompañado por los fieles. La transformación hacia una procesión rogativa por el campo, con la participación de toda la población, se inició en el siglo XVI y con el paso de los siglos, la procesión ha ido creciendo y enriqueciéndose hasta alcanzar la relevancia que tiene en la actualidad, visible sobre todo por la tarde durante la entrada solemne en la ciudad.