Las aguas del lago Leman bañan los muros del Castillo de Chillon. Desde lo alto de las blancas almenas, la sonda se hunde a mil pies en las profundas ondas que rodean sus torres. De modo que la doble barrera de piedra y de agua hacía de nuestro calabozo una tumba en donde estábamos como enterrados vivos. La sombría mazmorra en donde yacíamos está más baja que el nivel del lago. Oíamos por encima de nosotros, de día y de noche el murmullo de las aguas contra las murallas y a veces en invierno, me alcanzó la espuma que, impulsada por el viento, pasaba por las rejas a través de este libre espacio. La roca temblaba y yo sentía este temblor sin temor, pues hubiera acogido sonriente la muerte que me habría libertado.
Lord Byron
El Prisionero de Chillon
Lord Byron
El Prisionero de Chillon
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