
Las estrictas normas morales que quiso imponer no fueron del agrado de sus habitantes, lo que motivó que tanto él como su compañero Farel, tuviesen que exiliarse. Sin embargo, los disturbios en que se vió envuelta la ciudad y sus enfrentamientos con la ciudad de Berna, hicieron posible su regreso en 1541 y desde entonces, pasó en Ginebra el resto de su vida.
En 1559, se hizo ciudadano de Ginebra y tuvo un gran poder en la vida comunitaria de la ciudad, no sólo en cuestiones estrictamente religiosas sino en cualquier asunto que tuviera algo que ver con sus ideas sobre lo que debía ser un estilo de vida que agradase a Dios. De hecho, muchas de sus ideas se incorporaron a la Constitución Ginebrina.
La realidad es que Calvino era un fundamentalista de la Reforma Protestante e hizo de Ginebra, entre 1541 y 1564, un estado teocrático que fue el modelo seguido por las comunidades fundamentalistas y puritanas de Holanda, Inglaterra y Estados Unidos. Las ideas calvinistas casaban muy bien con los intereses comerciales de Ginebra, y con el capitalismo en general, y si Lutero hizo posible el matrimonio entre la religión y el Estado, Calvino fue más allá y unió la religión y el dinero.
A su muerte, en 1564, el calvinismo ya se había extendido por toda Europa y mantuvo una considerable influencia política, y también en las costumbres, en toda Suiza.
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