Desde finales el siglo XVII y durante todo el XVIII, Suiza fue pródiga en matemáticos insignes como el clan de los Bernoulli pero entre todos ellos destaca la figura de Leonhard Euler, nacido en Basilea el 15 de abril de 1707. Hijo de un pastor protestante, mostró muy pronto un talento natural para las matemáticas y muy joven ingresó en la Universidad de Basilea, donde atrajo la atención de Jean Bernoulli y en la que estudió con los hijos de éste, Nicolas y Daniel. Inspirado por un maestro así, maduró rápidamente y a los 17 años, la edad en la que se doctoró, obtuvo allí grandes aplausos y elogios con un discurso en el que comparaba los sistemas cartesiano y newtoniano. Sin embargo no pudo conseguir una plaza de profesor y en 1727 se trasladó a San Petesburgo, invitado por la Academia de Ciencias.
Euler adquirió muy pronto fama internacional e incluso antes de abandonar Basilea, recibió ya una mención honorífica de la Academia de Ciencias de París por un trabajo sobre la disposición de los mástiles en un buque. En años sucesivos presentó a menudo memorias a los concursos convocados por esa Academia y obtuvo doce veces el codiciado premio que se otorgaba bianualmente. Aunque su lengua materna era el alemán, dominaba también el francés, el ruso y el latín y, como buen ilustrado, era un erudito en cultura clásica que podía recitar la Eneida de principio a fin.
Invitado por Federico el Grande se trasladó a Berlín, ciudad en la que residió 25 años. En 1766 volvió a Rusia y murió el 17 de septiembre de 1783 en San Petesburgo. A su muerte, dejó preparados una vasta cantidad de artículos que la Academia de San Petersburgo continuó publicando durante casi 50 años más.
Los trabajos científicos de Euler abarcan prácticamente todas las matemáticas e hizo descubrimientos notables en todas sus ramas pero, sobre todo, en análisis. En su investigación científica la práctica tuvo una enorme importancia y aproximadamente el 40% de sus trabajos están dedicados a la matemática aplicada, la física, la mecánica, la hidromecánica, la teoría de la elasticidad, la balística, la construcción naval, la cinética y la óptica.
Todavía hoy se utilizan sus notaciones para designar números importantes y en geometría, álgebra, trigonometría y análisis nos encontramos con símbolos, términos e ideas debidas a Euler. El uso de las letras minúsculas a, b, c, para los lados de un triángulo y de las correspondientes letras mayúsculas A, B, C, para los ángulos respectivamente opuestos a ellos, son obra suya. La notación lx para el logaritmo de x, el uso de la sigma para representar una suma y la notación f(x) para una función de x, son otras de las notaciones de Euler que seguimos utilizando en la actualidad. Nuestro sistema de notaciones matemáticas le debe más a él que a ningún otro matemático a lo largo de la historia.
Sus 866 libros y artículos representan aproximadamente una tercera parte del total de publicaciones en matemáticas, física teórica e ingeniería mecánica de todo el siglo XVIII. Y como anécdota podemos decir que el hoy popularísimo Sudoku lo inventó él en 1783.
Euler adquirió muy pronto fama internacional e incluso antes de abandonar Basilea, recibió ya una mención honorífica de la Academia de Ciencias de París por un trabajo sobre la disposición de los mástiles en un buque. En años sucesivos presentó a menudo memorias a los concursos convocados por esa Academia y obtuvo doce veces el codiciado premio que se otorgaba bianualmente. Aunque su lengua materna era el alemán, dominaba también el francés, el ruso y el latín y, como buen ilustrado, era un erudito en cultura clásica que podía recitar la Eneida de principio a fin.
Invitado por Federico el Grande se trasladó a Berlín, ciudad en la que residió 25 años. En 1766 volvió a Rusia y murió el 17 de septiembre de 1783 en San Petesburgo. A su muerte, dejó preparados una vasta cantidad de artículos que la Academia de San Petersburgo continuó publicando durante casi 50 años más.
Los trabajos científicos de Euler abarcan prácticamente todas las matemáticas e hizo descubrimientos notables en todas sus ramas pero, sobre todo, en análisis. En su investigación científica la práctica tuvo una enorme importancia y aproximadamente el 40% de sus trabajos están dedicados a la matemática aplicada, la física, la mecánica, la hidromecánica, la teoría de la elasticidad, la balística, la construcción naval, la cinética y la óptica.
Todavía hoy se utilizan sus notaciones para designar números importantes y en geometría, álgebra, trigonometría y análisis nos encontramos con símbolos, términos e ideas debidas a Euler. El uso de las letras minúsculas a, b, c, para los lados de un triángulo y de las correspondientes letras mayúsculas A, B, C, para los ángulos respectivamente opuestos a ellos, son obra suya. La notación lx para el logaritmo de x, el uso de la sigma para representar una suma y la notación f(x) para una función de x, son otras de las notaciones de Euler que seguimos utilizando en la actualidad. Nuestro sistema de notaciones matemáticas le debe más a él que a ningún otro matemático a lo largo de la historia.
Sus 866 libros y artículos representan aproximadamente una tercera parte del total de publicaciones en matemáticas, física teórica e ingeniería mecánica de todo el siglo XVIII. Y como anécdota podemos decir que el hoy popularísimo Sudoku lo inventó él en 1783.
1 comentario:
Publicar un comentario