Einsiedeln, en el corazón de Suiza, es una pequeña ciudad del Cantón de Schwyz y también la sede del enclave religioso más importante del pais. Cada año la visitan miles de peregrinos porque en ella está la abadía benedictina del mismo nombre, un imponente edificio cuyo interior es una de las mejores muestras del barroco tardío alemán y en el que cada día, a las cuatro y media de la tarde, los ochenta monjes que viven en el monasterio entonan reverencialmente la 'Salve Regina de Einsiedeln'.
El origen del monasterio hay que situarlo en el año 835 cuando un monje, de nombre Meinrad, ein eindsiedler, un eremita, decidió retirarse a este lugar, desde la abadía de Reichenau. Cuenta la leyenda que, una vez establecido, quisieron asesinarlo dos hombres pero los graznidos de dos cuervos que había criado frustraron el delito y no sólo eso, contribuyeron a que los malhechores fueran detenidos y ajusticiados. Su gesta los hizo merecedores de figurar en el escudo de la abadía, cuya primera construcción, de estilo románico, data del 934.
Esta no es la única leyenda en torno a Einsiedeln, hay otra que tiene de protagonista al obispo de Constanza, quien requerido por los monjes para consagrar la iglesia del monasterio, declinó hacerlo porque tuvo un sueño en el que varios ángeles le advirtieron de que ya estaba consagrada por Dios. En el interior de la abadía, dos de los magníficos frescos pintados por Cosmas Damian, representan las dos leyendas.
La abadía está dedicada a la Virgen, una imagen negra que los franceses creyeron haber robado en 1798, cuando saquearon el monasterio aunque en realidad se llevaron una copia porque la auténtica había sido puesta a salvo por uno de los monjes.
El origen del monasterio hay que situarlo en el año 835 cuando un monje, de nombre Meinrad, ein eindsiedler, un eremita, decidió retirarse a este lugar, desde la abadía de Reichenau. Cuenta la leyenda que, una vez establecido, quisieron asesinarlo dos hombres pero los graznidos de dos cuervos que había criado frustraron el delito y no sólo eso, contribuyeron a que los malhechores fueran detenidos y ajusticiados. Su gesta los hizo merecedores de figurar en el escudo de la abadía, cuya primera construcción, de estilo románico, data del 934.
Esta no es la única leyenda en torno a Einsiedeln, hay otra que tiene de protagonista al obispo de Constanza, quien requerido por los monjes para consagrar la iglesia del monasterio, declinó hacerlo porque tuvo un sueño en el que varios ángeles le advirtieron de que ya estaba consagrada por Dios. En el interior de la abadía, dos de los magníficos frescos pintados por Cosmas Damian, representan las dos leyendas.
La abadía está dedicada a la Virgen, una imagen negra que los franceses creyeron haber robado en 1798, cuando saquearon el monasterio aunque en realidad se llevaron una copia porque la auténtica había sido puesta a salvo por uno de los monjes.
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