Su silueta se eleva majestuosa y desafiante sobre Lucerna. Su leyenda y su altura, 2.132 metros, hacen de él un monte mítico que como casi todos los mitos, ha terminado convertido en un lugar turístico más al que hoy se sube en un funicular a prueba de vértigo. Pero no siempre fué así.
La primera reseña escrita que se conoce sobre él data del siglo XIII y ha causado la admiración de cuantos lo han visitado, desde Richard Wagner a la reina Victoria de Inglaterra. El Frakmünt, el monte roto, no se conoce hoy por ese nombre porque la leyenda se impuso a la toponimia original.
En la Edad Media se creía que en él habitaba un bondadoso dragón que ahuyentaba a los malos espíritus de la ciudad pero pronto el dragón perdió eficacia y se prohibió subir a él para no encolerizar al espíritu que se había asentado allí.
Cuenta la leyenda que el cadáver del gobernador Poncio Pilato fué arrojado al Tíber y que tal hecho provocó una tormenta de propociones desastrosas que sólo cesó cuando se recuperó el cadáver y lo sacaron del río. Los romanos, entonces, mandaron el cadáver a las Galias y lo arrojaron al Ródano con el mismo resultado catastrófico.
Decidieron entonces hacerlo desaparecer en un lugar inaccesible y remoto y encontraron un pequeño lago en Helvetia cerca de la cumbre del Frakmünt, el Oberalp, que les pareció el sitio más adecuado para librarse de él. Naturalmente, esto no evitó que el espíritu de Pilato siguiese dando la lata y los naturales de Lucerna le hicieron culpable de todas las desgracias que venían del monte: desde la crecida del lago a las espectaculares tormentas. Incluso un Viernes Santo les pareció verlo sentado en medio del lago, vestido con su toga púrpura y con los cabellos grises al viento. Para decirlo con un galicismo preciso, aunque en Lucerna se hable alemán, los residentes panicaron y decidieron que al monte mejor ni mirarlo, cosa harto difícil porque se ve desde todos los sitios.
Así, hasta mediados del siglo XVI, cuando una expedición decidió acabar con la maldición y armándose de valor, subieron al monte, lanzaron pesadas piedras al lago, removieron las aguas y para asegurarse de que el espíritu de Pilato los iba a dejar tranquilos desecaron el pequeño lago y por si acaso, hicieron también un profundo tajo que impidiese bajar a Lucerna al espíritu del gobernador romano.
En realidad, la historia turística del monte, y su acceso al mismo de manera generalizada, están unidos a la construcción de la carretera del Gothard, en el siglo XIX, una obra que lo hizo accesible tanto a los lugareños como a los foráneos, pero la leyenda del Monte Pilatus, uno de los muchos atractivos de Lucerna, es una bonita historia.
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